“En el sector de los teléfonos móviles los beneficios que deja la venta de los aparatos caen rápidamente. En muchos casos apenas se gana con los terminales. Por eso, para que una empresa sobreviva es necesario que tenga volúmenes muy grandes, de forma que pueda compensar sus cuentas con la comercialización de ‘software’ y de accesorios, que son mucho más rentables”.
Pero ha llegado el momento en el que necesitamos competir con otras marcas que crecen muy rápido”.
Xiaomi, el fenómeno tecnológico chino que ha revolucionado el sector. De momento, va por buen camino: según la consultora Gartner, aunque ha perdido la medalla de oro contra Apple en China, el principal mercado mundial, en los primeros tres meses de este año Xiaomi vendió 14,7 millones de aparatos, cinco millones más que en el mismo período de 2014. La start up más valorada del planeta -40.000 millones- se ha convertido en un fenómeno global.
Con el último acuerdo que Meizu cerró en abril, esta vez con Digitone, la suma que ha ingresado en menos de un año supera los mil millones de euros. Y vaya si los ha invertido rápido. El pasado mes de septiembre comenzó a lanzar sus nuevos productos con el MX4, sucesor natural de los teléfonos que lleva fabricando desde 2009. Y luego apenas ha dejado pasar un mes sin estrenar uno nuevo: en noviembre mostró su guerrero de la gama alta -el MX4Pro que cuesta 1.999 yuanes en China (300 euros) y tiene -, en diciembre atacó la gama media con el M1Note, y estrenó 2015 con una carga de profundidad en la gama baja: el Meilan, que solo se vende en el gigante asiático, cuesta el equivalente a 100 euros. El martes cerró el círculo al presentar el M2Note, con el que, a juzgar por el número de periodistas indios que asistieron al lanzamiento en Pekín, se suma a Xiaomi, Huawei, o ZTE en el intento por conquistar al vecino hindú.
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